domingo, 16 de julio de 2017

            El señor  de los  aplausos




Apenas terminó la primera función de la tarde, me apresuré a mostrar la entrada  al acomodador y buscar un buen lugar en el interior de la sala. Me asombró que alguien siguiera aplaudiendo cuando ya todos los espectadores habían abandonado el lugar. El tipo aplaudía frenéticamente y de pie. El ritmo era monótono, sin variaciones. Indudablemente daba la sensación de que lo habían programado para realizar esa acción y las siguientes.

            Sentí cierta inquietud cuando comprobé que estábamos solos él y yo. Lo primero que pensé fue que alguien había traído su replicante y se lo había olvidado cuando intentó retirarse. El deseo de evitar el amontonamiento a la salida se había convertido en algo habitual. En esos momentos la gente solía perder sacos y sacones, tapados, guantes y hasta los sombreros. Por lo tanto, era posible que en ciertas ocasiones, cualquiera pudiera quedar a merced de un robot como éste.

            De pronto el aplauso cesó, así que me detuve para ver qué sucedería a continuación. Siempre tratando de mantenerme oculto, observé cómo recorría rápidamente las filas. Semejaba una sombra veloz que levantaba objetos y los iba metiendo en una gran bolsa. Las acciones eran realizadas en absoluto silencio. 


             Me sorprendió un fugaz movimiento envolvente que oscureció aún más la penumbra. Me sentí levantado por una fuerza invisible para mí y revoleado por el aire. Luego algo muy pesado me hundió en una oscuridad mayor aún que se movía para arriba y para los costados. Mi mente se entorpeció y ya no pude ver nada ni comprender lo que me estaba pasando. No sé qué esperaba que sucediera pero dejé de resistirme a los vaivenes del zarandeo y me abandoné al destino, convencido de que muy poco podría hacer para evitar lo que me estaba pasando. 

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