sábado, 15 de diciembre de 2018

"El barquito dentro de la botella".



 de Raúl González Tuñón, en el libro  Miércoles de ceniza.


         Era fácil cantar la canción junto al río,
pájaros del ocaso
hasta mi amor venían desde las ramas,
querida.
Los recuerdo bajaban
desde mi alma hasta mis manos, les ahuecaba nidos
como si fueran
pájaros
Te envío desde lejos
mi amor;
barquito dentro de una botella
anduvo muchos puertos y en ninguno
echó anclas.
Un mascarón sombrío
y una vela
muy blanca.

Blanca como el silencio
que reposa en el río.
Como el agua del trino
y el corazón del viento.

Cuélgalo en el escaparate de tus ojos,
y si los marineros preguntan quién lo hizo,
señala el horizonte dedos de Cenicienta.
Luego, entorna
los párpados
para que no
lo vean.

15/12/2018
                                  
                             Martha Alicia  Lombardelli

                                           

Por fin lo pude encontrar en mi PC

martes, 16 de octubre de 2018

Eric Satie


Como un viejo encendedor




La vida es  un viejo encendedor de cigarrillos.   Cada día le damos un golpecito a la tuerca que lo enciende y lanza su llama prometedora. Al final del día, apenas si le queda llama.  Traslademos ese movimiento  a los grandes  o pequeños objetivos que nos proponemos cada hora, cada día, cada año. Es asombroso comprobar, - después de haber dejado atrás la niñez  y juventud-,  la cantidad de veces que intentamos  iluminar a nuestro alrededor e iluminarnos. 
¡Cómo olvidar la potencia de la luz con que  cubrí  mi mundo cuando terminé mi escuela primaria con excelentes notas y abrazos de mis maestros! Pero  no estaba la que yo esperaba.
Dos veces más,  me propuse  sorprenderla con brillos personales.  Atravesé el ancho umbral de la escuela secundaria con  intención de  develar  las matemáticas y algoritmos que me permitieran no perder las dimensiones de la vida en todos sus aspectos.  Dominar la lengua  con  maestría  para nombrar y decirle al mundo  mi presencia. Pero no estaba la que yo esperaba.
 La tercera vez  me  introduje en  los conocimientos universales  de las ciencias.  Construiría  mundo de colores y afectos para ponérselo en sus manos.  Exploraría lo micro y lo macro y lo haría visible solo para ella.  Buscaría el sonido y la música que la acariciara tiernamente cuando la percibiera. La paleta de los colores que le pusieran a su alcance las artes y sus creadores.
De puro pensar en ella conocía sus gustos, sus preferencias y sus desdenes al dedillo. Sin embargo, sin deseos de absolutizar su atención, confieso que muy poco logré. Poco o nada sabía de mis  laboriosos  afanes por adorarla y llegar a su corazón.  Las veces que reparó en mí, fue para criticarme  la excesiva tozudez.  En qué me equivoqué sigo pensando  en oscuridad.

Eric Satie

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jueves, 19 de abril de 2018

Se es docente cuando...


Temas:   La relación entre enseñar y aprender.
El pensar como oficio de mano.
Elaboración y comentarios de la Prof. Martha Alicia Lombardelli



Citas tomadas del libro ¿QUE SIGNIFICA PENSAR? (1951-2) de M. Heidegger, Editorial Nova, Bs.As, 1964.

“(...) tratamos aquí de aprender a pensar.” pag.19.

Heidegger nos propone “aprender a pensar”, diferenciando el  modo de pensar propio de la ciencia, -al que denomina ‘pensar de cálculo’-,  y el pensar filosófico o  ‘pensar de meditación’.


APRENDER:

Aprender significa ajustar nuestro obrar y no-obrar a lo que en cada caso se nos atribuye como esencial. Según sea  la índole de lo esencial,  según el ámbito de donde provenga su atribución, será distinta la correspondencia y, con esto, la clase de aprendizaje requerido.
Un aprendiz de carpintería, por ejemplo, uno que aprende a fabricar armarios y objetos similares, ejercita aprendiendo no solamente la habilidad en el uso de las herramientas. Tampoco se limita a familiarizarse con las formas usuales de los objetos que ha de confeccionar. Si es que llega a ser un auténtico carpintero sabrá, sobre todo, corresponder a las diversas clases de madera y las formas posibles que encierra todavía latentes; se ajustará, pues, a la madera tal como ésta con la oculta plenitud de su esencia integra el habitar del hombre. Esta relación con la madera imprime su sello en todo el oficio. Sin esta relación se queda estancado en un activismo inane. Su ocupación se determinará entonces únicamente por el negocio. Todo oficio, toda actividad humana está siempre expuesta a este peligro. La poesía se exceptúa tan poco de ella como el pensar.
Más, el que un aprendiz de carpintero llegue , o no, durante su aprendizaje a corresponder a la madera y los objetos de madera, esto depende evidentemente de si hay quien se lo enseñe al aprendiz.”



ENSEÑAR


“En efecto: enseñar es aun más difícil que aprender. Se sabe esto muy bien, mas pocas veces se lo tiene en cuenta. No porque el maestro debe poseer un mayor caudal de conocimientos y tenerlos a disposición. El enseñar es más difícil que aprender porque enseñar significa: dejar aprender. Más aún: el verdadero maestro no deja aprender nada más que ‘el aprender’. Por eso también su obrar produce a menudo la impresión de que propiamente no se aprende nada de él, si por ‘aprender’ se entiende nada más que la obtención de conocimientos útiles. El maestro posee respecto de los aprendices como  único privilegio el que tiene que aprender todavía mucho más que ellos, a saber: el dejar-aprender. El maestro debe ser capaz de ser más dócil que los aprendices. El maestro está mucho menos seguro de lo que lleva entre manos que los aprendices.
De ahí que, cuando la relación entre maestro y aprendices sea la verdadera, nunca entra en juego la autoridad del  sabihondo ni la influencia autoritaria de quien cumple una misión. De ahí que siga siendo algo sublime el llegar a ser maestro, cosa enteramente distinta de ser un docente afamado. Es de creer que se debe a este objetivo sublime y su altura el que hoy en día, cuando todas las cosas se valorizan solamente hacia abajo y desde abajo, por ejemplo, desde el punto de vista comercial,  ya nadie quiera ser maestro. Probablemente esta aversión se relacione con aquello gravísimo que da que pensar.  Deberemos tener muy presente la auténtica relación entre maestro y aprendices, por si en el transcurso de estas clases llegara a nacer una especie de aprendizaje.”



Vemos en la cita que  Heidegger  hace hincapié en el acto del dejar-aprender por si el discípulo pudiera estar más cerca del aprender que el mismo maestro.
Considera que ese dejar aprender nada tiene que ver con la imposición del maestro como aquel que sabe más ni tampoco con  la palabra dogmática o autoritaria.
Acá es conveniente recordar aquello que justamente  decía Aristóteles.  sobre el conocimiento.  Aristóteles filósofo griego, decía que: “todo hombre desea por naturaleza saber”.  Saber y aprender están  íntimamente ligados a la creación de un mundo cultural, es decir, un mundo humano.


APRENDER A PENSAR


Porque el ser humano piensa es que puede crear un mundo, no porque tiene extremidades. La creación de un universo simbólico -en el sentido que lo describe Ernst  Cassirer-, implica la evolución de determinadas formas simbólicas, tales como el lenguaje, el mito, la religión, la ciencia y el arte.
 En las palabras de Heidegger se bosqueja la advertencia del peligro que encierra el hecho de creer que el pensar y el hacer están separados. Pertenece al ámbito de un pensar que hace, la invención, construcción y lanzamiento de la bomba atómica. Heidegger anticipaba con su reflexión, su pensar de meditación, la necesidad de reflexionar sobre los alcances de la ciencia si ésta es dejada libre a su particular interés y si creemos que ningún proyecto político subyace a su especificidad.


“Tratamos aquí de aprender a pensar. Acaso el pensar no sea otra cosa que la construcción de un armario.  De todos modos es una obra manual. Lo que a la mano se refiere es cosa muy singular.  Según las ideas corrientes, la mano pertenece al organismo de nuestro cuerpo. Mas la esencia de la mano no puede jamás definirse como un órgano prensil corpóreo ni explicarse partiendo de semejante definición. Órganos prensiles posee, por ejemplo, el mono, mas no tiene mano.  La mano dista infinitamente, es decir, por un abismo de esencia, de todos los órganos prensiles: zarpa, uña, garra. Sólo un ser que habla, o sea, piensa, puede tener mano y ejecutar mediante su manejo obras manuales.
“Pero la obra de la mano encierra mayor riqueza de la que comúnmente suponemos. La mano no sólo aprehende y sujeta, no sólo presiona y empuja. La mano ofrece y recibe, y no solamente objetos, sino que se da a sí misma y se recibe a sí misma en la otra. La mano mantiene. La mano sostiene. La mano designa, probablemente porque el hombre es un signo.
Mas los gestos de la mano trascienden el habla por doquier, y más puramente allí donde el hombre habla callando. Pero sólo en la medida que habla, piensa el hombre, y no a la inversa, (...).
 Toda obra de la mano se basa en el pensar. Por esto el pensar mismo es el más simple y el más difícil oficio de mano del hombre, cuando en ciertos tiempos debe ser ejecutado especialmente.”
                                                                               Págs.19 a 22.


                                                                                Martha A. Lombardelli

                                                                                Profesora en Filosofia