Elegí la noche para salir a buscarte
Recorrí viejas veredas
suburbanas
Apenas con pálidas luces alumbradas
Atravesé la sombra de oscuros árboles
Y enfrenté zaguanes alcahuetes
Te busqué,
Desafiando la amenaza de los muros.
Aturdida por los latidos de mi corazón.
Ni una lágrima, ni una queja
Nada
brotaría de mi alma.
Un día,
Después de mucho andar,
Me detuve ante tu puerta
(era la hora en que los niños duermen,
los adultos se apiñan en seguras madrigueras)
Y yo,
al borde de mí misma,
golpeé con fuerza la madera
Para ofrecerte la flor obscena de mi
locura.
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